9/10/08

Ishihara



ANTECEDENTES

- Mama, creo que aprendí mal los colores.
- No digas tonterías y tómate las lentejas.

Tuve esta conversación con mi madre en numerosas ocasiones hasta que cumplí los treinta. Como es lógico no fue a diario, ya que entre otras cosas hubiese acabado con una tremenda sobredosis de hierro por culpa de las lentejas.

DIA “D”

Una tarde como otra cualquiera del año en que cumplí los treinta, se acercó a mi el director de personal de la empresa en la que trabajaba:
- El martes que viene te toca. (dándome un botecito de muestras para orina acompañado de una citación)

Se trataba sin duda del día en que debía acudir a la revisión médica anual, tal y como había hecho el año en que cumplí los veintinueve, los veintiocho etc. Así que metí el botecito junto a la citación en un cajón y me olvidé de ambos hasta el día en que debía estar presente en las oficinas del seguro.
El martes día X del año en que cumplí los treinta a eso de las ocho de la mañana me encontraba sentado en la sala de espera de aquella clínica, haciendo lo que se suponía que debía hacer…esperar.
Era una sala fría, con tonos azul celeste; agradecí esa combinación cromática pues según la psicología del color los celestes transmiten tranquilidad y no es que me pongan nervioso los médicos; lo que me pone nervioso es estar sentado en una sala junto a siete desconocidos con sus respectivas muestras de orina. Es casi inevitable imaginarse al “esperador” de enfrente medio dormido intentando hacer puntería en el botecito mientras lucha con su mas que probable erección matutina. Entonces piensas: celeste, celeste, celeste; y poco a poco te calmas y pasa el tiempo hasta que por los altavoces crees haber oído susurrar tu nombre y apellidos. Te acercas a la puerta 3, ¿o era la 7? Abres con cuidado la puerta, como si fuese a haber alguien detrás de ella y no quisieses golpearle y preguntas con voz cándida a la primera figura humana que aparece ante tus ojos:
- Me han llamado?
- Eso depende de quien seas (dice la ingeniosa figura humana que seguro se levantó una hora antes que tu y no tuvo que hacer puntería, ni luchar contra la erección matinal, ni pasear su orina en un bote como si fuese una mascota).
- Bueno yo soy Pepito Corchea (nombre falso para salvaguardar mi intimidad, como en las pelis de drogodependientes de mediodía)
- Ah!, entonces si; te hemos llamado. Siéntate en la camilla y quítate la camiseta.

Tras estas palabras se sucedieron tactos, golpes de martillo en las rodillas, pinchazos de jeringuilla, una lista interminable de preguntas y un “vístase y pase a la puerta 8”.

¿La puerta 8?; sales medio magullado, aturdido, abres la puerta y allí siguen los siete desconocidos y sus orinas, te miran y piensas; ¿dónde coño esta la puerta 8?. Por fin consigues descifrar el orden que siguen las puertas y te diriges hacia donde adivinas que estará la puerta 8. Te adentras en un pasillo oscuro y cuando estas a punto de darte media vuelta para pedir una linterna en recepción descubres un 8 a la izquierda de una puerta oculta en la penumbra. Te acercas a ella y llamas con los nudillos. No responde nadie, pero no te extrañas porque nunca lo hacen. En estos sitios has de asumir ciertos riesgos, uno de ellos es el de abrir puertas sin saber que te encontraras. Agarras el picaporte y mientras lo giras suplicas porque no sea la consulta del ginecólogo. Abres lo justo para poder asomar la cabeza sin rozarte las orejas con el marco de la puerta y te justificas por haber abierto sin esperar respuesta.
- Perdone pero me han dicho que venga a la puerta 8.
- Aquí es, pase. De que empresa viene?
- Ah, vengo de Handerlor (nombre igualmente ficticio al dado anteriormente por idénticas razones).
- Bien, voy a realizarle unas pruebas de agudeza visual (dice y piensas…joder pero si he encontrado la puerta 8 en la oscuridad queda claro que veo bien, no?)- Ponga la frente en ese aparato.

Pongo la frente y leo al última línea, la más pequeña y vuelvo a no sorprenderme.

- bien (dice) ahora dígame los números que ve.

Yo miro y veo, dos círculos grandes formados por gran cantidad de círculos pequeños; busco el número dentro de esos círculos pequeños pensando que me están sometiendo a una prueba para piloto de cazas o algo por el estilo. Al no encontrarlo, levanto la cabeza y le digo:
- Perdone, pero ¿debo de verlos claramente o esta dentro de alguno de esos jodidamente pequeños círculos?.
- No, debería de verlos claramente.

Vuelvo a apoyar la frente en aquel aparato y miro.
- Pues yo no veo nada…bueno si veo algo.
- Que ve?
- Un montón de circulitos de colores
- Ah, no se preocupe ( y toma nota)
- Pero debería haberlos visto.
- No es nada, es usted daltónico. Puede marcharse.

Sali de allí y lo primero que me vino a la mente fue un plato de lentejas. Depués vinieron algunas preguntas: ¿DALTÓNICO?, joder y dice que no me preocupe, pero…¿Cuánto me queda de vida?, Dios ¿ya no volveré a ver el rojo?, ¿por qué coño está este pasillo tan oscuro?, me cago en diez…pero ¿quién mató a Kennedy?


Cuando hube hallado respuesta para todas aquellas preguntas, excepto para la del asesinato de Kennedy, llamé a mi madre:

- Mama, por fin tengo la respuesta a por qué creía no haber aprendido bien los colores.
- A si? Dime.
- Soy daltónico.
- No me digas. (lo dijo como si me hubiese tocado la lotería)
- Si, me lo acaban de decir.
- Mira que casualidad
- ¿Por? (pregunté)
- Mi padre; tu abuelo, también era daltónico.
- Joooder mama, y ¿porque coño no me lo has dicho en todos estos años?
- No se, no le di importancia
- Coño! ¿Sabias que es hereditario?
- Si, eso creo
- Y entonces ¿por qué no me lo comentaste en vez de mandarme comer las lentejas?

EXPLICACIONES

1.- Hay dos tipos de daltonismo:
a) Ceguera de color; por falta de los conos que perciben uno de los tes colores primarios (azul, verde o rojo).
b) Daltonismo parcial (o como se llame); debido a tener dañados parcialmente los conos de uno de los colores, por lo que no distinguen colores que para los “normales” son parecidos pero siempre distintos.
2- Yo soy del tipo B.
3- Los círculos que se utilizan para la prueba de daltonismo se llaman manchas de Stilling o Ishihara. Son los que están en la imagen de arriba y en los que la mayoría vereis claramente unos números que los daltónicos no vemos.
4- Intentaría explicar porque mi medre no me comentó lo de mi abuelo, pero francamente, a día de hoy, aún no lo entiendo.
5- Mi sobrino y ahijado Gumersindo (nombre también ficticio por razones anteriormente citadas) es también daltónico; BIENVENIDO al mundo de los que vemos la vida de un color diferente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nada que yo lo intento, pero esto no avanza, nada nuevo que leer, gggg, en fin, eperaremos a ver cuanto tiempo necesitas para deleitarnos con tus escritos

Admin1 dijo...

Me he rematado de risa con tu relato. Aunque no debería ser gracioso pero, que se le va a hacer, los seres humanos siempre nos reímos de nuestras desgracias cuando ya dejan de doler. Saludos!