11/3/09

Uñas sucias, olor a quemado y felicidad (1 parte)

Aquella tarde de Domingo estaba siendo una maravillosa tarde de zapping obsesivo cuando de pronto uno de los dos, no recuerdo cual aunque creo que fui yo; dijo: “Me aburro, ¿hacemos algo?”.
Tras elaborar un pequeño listado mental de posibles distracciones, entre bostezos y leves estiramientos, decidimos ir a perder el tiempo y ganar ilusión en un centro comercial.
No debimos tardar ni diez minutos en estar sentados en el viejo C3 negro dispuestos a accionar el starter. Cuando giré la llave, aquel coche vestido de luto hizo un extraño a modo de estertor o de aviso como queriéndonos decir algo que nosotros, simples mortales fuimos incapaces de discernir.

- ¿Sabes que he soñado?. - me dijo ella mientras bajábamos hacia el pueblo -
- Cuéntame. – dije –
- He soñado que tenía las uñas sucias.
- Aha!, y ¿qué puede querer decir eso?
- No lo se, pero la única vez que recuerdo haber tenido las uñas tan sucias fue el año pasado tras el accidente con el clio.

Continuamos bajando por aquella angosta carreterilla y por fin llegamos al casco urbano.
Después de atravesar un par de cruces con sus respectivos STOP nos acercamos al siguiente cruce con la misma visibilidad que los anteriores y que la mayoría de los de este pueblo; o lo que es lo mismo, NULA.
Acababa de hacer un último STOP, por lo que no debía de ir a más de 40 cuando de pronto, sin venir a cuento y sin previo aviso un peugeot 307 de color gris martillo hizo “CHASSS” y no solo apareció a nuestro lado besándonos todo el morro del enlutado C3, sino que nos hizo bailar un twist de casi vuelta y media para acabar dando el paso del pollo culo con culo.
Mi pareja y yo aun mareados por aquel inesperado baile nos miramos y casi al unísono nos preguntamos por nuestros respectivos estados. Todo parecía estar en su sitio excepto un dedo meñique de mi mujer, que en poco minuto había multiplicado de manera exponencial su tamaño.
Aún no éramos del todo conscientes de lo que había sucedido mientras apartaba de mi aquella enorme bolsa a modo de chicle bang bang que una pequeña explosión había proyectado contra nosotros para salvarnos la vida y como no, para darle un ligero ambiente entre neblina londinense y pólvora del oeste americano al habitáculo del C3 que ya oía las primeras palabras de extremaunción de aquel sacerdote de la parroquia de Allianz.
Cuando la niebla cedió, pudimos ver como un ser salía de la cabina del 307 martillo y como pollo sin cabeza, se alejaba de aquel lugar. Un par de segundos más tarde salía el conductor de aquel 307 sujetándose la cabeza como si estuviese a punto de echar a rodar.
Cuando abrí la puerta pude comprobar que la ventana la había abierto un rato antes con la cabeza; imagino que es una extraña habilidad adquirida en algún momento olvidado de mi vida; puse el pie en el suelo y note como si hubiese pisado un vómito, luego gracias a dios vi que se trataba del gasoil del C3; prefiero salir volando por los aires a pisar el vómito de algún jovencillo confundido de la noche poblana.
Tras comprobar que en efecto el Stop lo debía haber realizado el Martillo y no yo, solté una frase que debía haberme lanzado al estrellato debido a su inmensa creatividad, decia así:

- ¡Pero tio!, es que no has visto el stop?? (impresionante frase)

Pasado más o menos minuto y medio llegó la policia, guardia civil, ambulancias, bomberos, cotillas, amigos del conductor del martillo y un largo etc de seres con los bolsillos llenos de tiempo para malgastar.
Cuando me hube calmado un poco y no se por que misteriosa razón, me vino a la mente esa maravillosa canción “Twist and shout”.
Estado del C3 tras el twist

(fin 1ª parte )