6/2/12

Uñas sucias, olor a quemado y felicidad (parte 2)

Buff, veo la fecha del último artículo que subí al blog y me pregunto; ¿qué carajo ha pasado todo este tiempo?. La respuesta es fácil..., la vida. Casi tres años de vida, que a bote pronto no parecen mucho pero cuando te acercas ya a la cuarentena los minutos empiezan a cobrar un valor que antes, en la edad de la litrona (y digo litrona que no botellón); no tenían.

En primer lugar y sin extenderme demasiado os diré que el final del anterior artículo, ese que nunca fue escrito; hubiese dicho con algo más de adorno; que tras el accidente fuimos al hospital donde nos comunicaron que aparte de contusiones leves y un dedo tronchado...estábamos embarazados. No os alarméis señores conductores. No esta vinculado a un accidente hacer la prueba de embarazo al acudir a un hospital, ni se rifan embriones por el número de la seguridad social mientras uno se encuentra en la sala de espera; tampoco penséis que es culpa del airbag o algo parecido, ese es otro tipo de bombo. Nosotros lo andábamos buscando; que dicho sea de paso es la fase más divertida del proceso preparto (digo la más divertida que no la más bonita). Hay que decir que la situación fue bastante cómica, pues a mi mujer tenían que hacerle una radiografía y por si acaso se hizo la prueba para evitarlo (razón por la que ahora uno de sus dedos meñiques señala perpetuamente las americas). El caso es que allí estaba yo, en la sala de espera de urgencias sentado en una silla de ruedas y con uno de esos collarines que te hacen creer estar posando para algún cuadro de Velázquez. A mi lado mi suegro y una tia de mi mujer, que nos habían llevado hasta el centro, mi suegra habia acompañado a mi mujer a realizar la prueba pues yo, como ya os he comentado, estaba en una silla de ruedas.
Detrás de nosotros, con esa cara entre angustia y aburrimiento con la que eres obsequiado tras unas horas de tedio hospitalario, había unas 10 almas entre convalecientes y acompañantes, que esperaban resignados su turno para ser evaluados clínicamente.
Mientras tanto a mi me abordaba una sensación extraña que no supe discernir si se trataba del mareo debido al accidente o a los nervios por saber si aparte de un dedo roto nos llevábamos el premio del embrión fecundado.
Apareció entonces mi mujer al final del pasillo acompañada por su madre y ya en la distacia su rostro anunciaba la buena noticia.

- Es positivo; dijo ella

De pronto, para asombro de todos los allí presentes que permanecían ajenos a la verdadera situación, mi suegro, mi suegra y la tía de mi mujer aplaudieron y entre sonrisas nos daban la enhorabuena. Al fondo de la sala de espera un par de ancianos nos miraban sorprendidos e imagino que se preguntarían:

- Enhorabuena, ¿por qué?, ¿por la silla de ruedas?, ¿por el collarín o el dedo roto?, por Dios que gente más rara.

Eso fue más o menos lo que sucedió aquella tarde de Domingo, en que en un principio parecíamos habernos levantado del sofá para sufrir un estúpido accidente, pero que resultó ser para anunciarnos el embarazo. Y digo yo, se que los caminos del señor son inescrutables pero, ¿no podía habernos llevado a la farmacia a por uno de esos test?

A partir de ahí sucedieron otras muchas cosas en esos tres años, pero eso... os lo contaré otro día.